domingo, 21 de octubre de 2007


Iba de bar en bar, con los ojos cerrados y el oído cantando.
Le vió la mirada sincera y desemvainó el repertorio de amoríos inciertos. La aburrió con cadenas que no la terminaban de atrapar y la perdió la madrugada del sábado, cuando en un descuido la quizo besar.
Cargaba tres historias en los bolsillos, le pesaban los nombres de amantes que habían enloquecido cuando se fue a navegar el mar de la transparencia.
Había perdido el camino de vuelta a su alma y el documento se escapaba de la realidad.
Iba de esquina en esquina, relamiendo los suelos con la mirada, esperando encontrar un billete, una moneda, un antifaz. Coleccionaba desencuentros con la muerte, reclamos al olvido que se olvidaba de hacerla olvidar que una mañana se dejo desnudar.
Tenía a la noche durmiendo sobre su piel, en sus pechos el aroma a canela se dejaba oler. Le gustaba ser lo que no es una mujer, despistar al corazón con caricias que duraban lo que dura atragantarse con nicotina.
Iba de zapato en zapato, borrando las huellas que iba dejando, haciéndose mar, haciéndose arena, haciéndose eterna cuando todos dejaban de reconocerla. Por un breve instante se dedicaba a aterrizarles las ideas de casamiento a los hombres que no hablaban su idioma, a esos que le arrancaban las alas de un rasguño infiel.
Iba de mar en mar, nunca la vi parar en ningún puerto.

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