jueves, 2 de agosto de 2007


con su lengua te quema, te destroza. y te hace renacer gozando.

Sabe caminar por senderos inalcanzables.
Anda, desnuda de abrigo, rondando los bosques de la sed.
Ilumina, efímera, la oscuridad.
Por un segundo, su naturaleza de viento te envuelve,
la hace imperceptible, lejana.
Sopla, con su cuerpo, la presencia.
Los pájaros que se esconden en sus ojos vuelan.
Los peces hambrientos de su mente nadan en el mar de su onírico deseo.
Son los sueños los que la asesinan cada noche.
Y así se levanta, renaciendo.
No tiene orillas, ni puertos. No es humana, hay algo en ella
que la hace inalcanzable, porque sopla con su cuerpo toda ceniza de su ser.

Dice que cuando canta es porque algo en sus ojos vuelve a brillar.
Te susurra al oído que cuando la miras, la haces temblar.
Pero cada vez está más lejos, cada vez es más difícil de alcanzar.
Te escribe con letra escurridiza que ya no sabe quién es.
Intenta dibujarse una sonrisa, pero su rostro no es de papel.
Y cuando tenga que salir a su jardín, saldrá a sembrar;
y cuando tenga que correr, correrá hacia su nogal.
Dice que cuando se estrella contra la pared, algo vuelve a despertar.
Que los pájaros que hay en sus ojos, se cansaron de volar.
Tararea impercetiblemente, la canción que la hace sangrar.
Y te pide, sin que escuches, que tengas un poco de piedad.
Mueve con delicadeza todos los árboles de su bosque,
separa con sus manos finas, la tela que envuelve tu cuerpo.
Se prepara con colores para desenfocar.
Y dice que en su alma ya no hay lugar para odiar.
.. y si la podes escuchar - con su voz tiritante y de brisa -,
puede darte todo lo que querés y más.
...y si la llegas a entender - con sus idas y vueltas, con la locura en la sien -,
vas a ver, que puede hacer todo brillar.

"La angustia de no saber qué burbujas son las que le estallan por dentro,
qué peces venenosos recorren los canales de su mente desorbitada,
en qué mares se ha perdido la muchacha, con los ojos fuera de orbita, mirando a la nada.
Y luego te preguntas por qué te mira con odio, será que no te recuerda,
pero a veces sí, a veces parece reconocerte vagamente, como entre la niebla.
Es una extraña comedia su mente, o tal vez una tragedia.
Y haces de tripas corazón para entenderla, para entrar en su arremolinada cabeza.
Intentas explicarlo y se te va la vida en querer encontrarla, ahí donde se encierra en ella misma,
en esa habitación de hotel oscuro que es su mente.
Ella está furiosa y desarticulada, su interior estalló en pedazos. Parece ya no quererte, perdida entre sus demonios y el infierno de imágenes borrosas que se le atraviesan frente a los ojos; parece haberte declarado la guerra y ambos estan perdiendo.
Hay instantes en los que parece recuperar la cordura, en esos momentos fugaces hace garabatos inentendibles, y te dice: mira, ésta es mi alma desnuda.
Y de nuevo te inunda la angustia de no saber qué es lo que le estalla por dentro."

Poco a poco su piel se esparce sobre la cama.
Las pestañas, filosas y aburridas, se incendian y luego de la danza terrenal, se hacen cenizas.
La desfiguración de su cuerpo estéril se tiñe de matices brillantes.
Entre cristales encuentra su pesar kármico. La tierra se desnutre de imágenes borrosas.
Bajo las rocas, entre los delgados matizales, acurrucada en los quiebres de las paredes de piedra, esta su alma. Repartida en todos los rincones secretos y oscuros.
Baila, encendida, en la chimenea humeante.
Poco a poco su ropa se destila, se evaporan las telas que cubren sus pechos, su espalda.
Se hace ruido, se descalza, se desmorona, se levanta.
Se enfría, se evapora, se envuelve y desenvuelve.
Poco a poco, su cuerpo se desmaterializa y recorre la ciudad.
Se esparce sobre las calles, sobre los párpados agudos de las alcantarillas,
vuela y desdobla las hojas de los árboles invernales.
Es ella. Es ella que está volviendo a ser real.
Y todos los ojos perplejos la ven hacerse sueños, cuando ella se vuelve realidad.

Allá está, entre la multitud.
Arrancándose el cabello con frescura,
derritiendo hoteles de paso con amargura.
Chocando irremediablemente con los pasajeros invisibles
del tren de la jauría.
Hambrienta y sedienta de locura, floreciendo inexplicablemente
en el desierto de su cuerpo.
El encuadre disimulado la rodea, es una pintura sobre la ardiente chimenea.
Casi inalcanzable, casi estática y fría.
No envejece su color, no cambia su delirio.
Es musical, armónica, impalpable.
Es nieve, incorpórea y guerrera.
Se desparrama a gritos sobre toda la ciudad.
Y le pedís, sin respuesta, que te deje llenarla,
le rogas, casi inconsciente, que te deje ser parte de ese espectáculo pálido y delicado.
Julio, estación de los reyes del invierno.

Era un baile de máscaras.
Una fiesta de disfraces rotos.
Ella era un animal salvaje, disfrazado con vestido de satén.
Él era un plebeyo, disfrazado de rey.
Y podían ser quienes quisieran,
bailando y girando entre luces de neón.
Y podían vestirse de colores que nunca alcanzarían.
Podían beber toda esa mentira y embriagarse del poder
que sus máscaras andinas les envolvía.
Y se levantarían, mañana al mediodía, sin ropas de mentira,
sin riquezas en la boca; con la cama vacía
y vacías sus copas.
De nuevo al oficio cruel, de no poder ser más de quien es.
Y como una lluvia de metal, golpeando en el tejado añejo,
vendría la verdad, de que un baile es sólo un salón,
donde todos juegan a ser mejor.
Y llegará ese Lunes crudo, en que te encuentres cansado y desnudo,
sin luces ni música, sin zapatos de nivel,
y vuelvas a ser vos, y el rostro te dejes ver.

Sol naciente bajo tu luna eterna.
Buscaminas, trampas inmóviles bajo la tierra.
Vistiéndola elegante con miradas perdidas y guantes de cartón.
Puede ser para tí Elicia o Areúsa.
Puede ser para tí la Celestina, la que todo te lo quita, la mentirosa, la ladrona, la enamoradiza, la esclava, la ciega, la sumisa; la divertida, la aburrida, la vergonzoza, la eterna, la pasajera, la de siempre, la que te tema, la que te adore, la que te odie.
El camino secreto va hacia adentro, el recorrido es puro goce, delantales en el suelo.
De las ruinas la verás nacer, no hay alcohol como su cuerpo.
Y fuiste estampilla tantas veces, que dejaste de sentir.
Ella es el sol naciente bajo tu luna eterna.
Hacela brillar.