miércoles, 11 de abril de 2007


mirame, desde arriba.
fijate, bien de cerca se puede ver
que soy cristal de amanecer.
somos cenizas sobre un cafe sin probar.
todas las vueltas, todas las vueltas que das.
y luego te arrepientes, como nunca, como siempre.-
soy tan azul, tan de cristal, tan de mentira, tan de verdad.
siempre líquida, nunca real.
y me crees todo.
te encanta prenderme fuego
y luego, luego te arrepientes.
y juegas con mis cenizas.
te encanta verme llamear.
me encanta volverme polvo y espanto.
y cuando la brisa de un canto lejano
me venga a buscar;
me ire volando, hacia el mar.
me encanta ser cenizas.
y nunca dejarme atrapar.


trabaje desde su casa. mire el monitor y ria. estalle a carcajadas. digale a su maestro: "me importa un pito!" y deje de taparse la cara. haga su cuello de goma y espie. instrucciones de uso de la vida que se pueden encontrar bajo la zapatilla. seamos muñecos de plastico y sin sentimientos que juegan a vivir una vida que no es suya. y salud! fuckers.

El asiento de al lado.


Hay espacios vacios. Como los que se encuentran en las palabras, entre letra y letra. Son espacios imposibles de llenar. Espacios de soledad. Porque cada letra está sola en su mundo, en su deber, en su función. Y los espacios son, innevitablemente, un recordatorio de que, aún cuando unidas forman algo, su soledad está presente a tiempo completo.
Hay espacios vacios. Como el asiento contínuo cuando está desocupado. Y cuando esta ocupado también, porque el vacío entre el límite de nuestro cuerpo y el ajeno es tan largo y fatal como el espacio entre las letras. Y, cuando podemos traspasar ese espacio y rozarnos con el otro, chocarnos con el otro, nos olvidamos un segundo de nuestra soledad . O, caso contrario, recordamos que ese roce no nos pertenece, que la calidez de la piel que accidentalmente sentimos nunca será nuestra. Y no tenemos piel que lo sea. En esos casos sí, el roce nos recuerda que la próxima mañana despertaremos sin otra silueta en la cama más que la nuestra.
Hay espacios vacios. Como ese letargo mortal y frágil que deja un silencio tímido. O las brechas casi imperceptibles que deja un pianista al pasar de una tecla a otra. Porque la música tiene muchos espacios vacios. Porque entre una cuerda y otra el abismo es deliciosamente lejano.
Hay espacios ocupados por un error en el camino. Como el vacio que deja el amor y es ocupado, por desesperación y desconsuelo, por tristes pasiones hambrientas que florecen y marchitan desde el saliente al poniente. Porque sí, hay espacios que nunca deben llenarse y, caso contrario, deben llenarse de una fuerza única. Porque cuando esta fuerza es sustituida el vacio ya no es sólo un espacio, sino un sentimiento.

*siempre líquida, nunca real.- *


Se derrite a fuego lento, como agua ensordecida y gastada; como un cienpiés que camina distraido y ajeno a la inmensidad del mundo.
Se encoje en su cama, hecha un ovillo descansa; se encuentra despeinada, desnuda, desplumada.
Porque ella es ave, es ave líquida, fuera de toda realidad. Ella tiene alas, alas con sabor a alma.
Se encoje, derretida, sobre su cama. Y ahí duerme. Ahí descansa.