sábado, 6 de octubre de 2007

La vió desde lejos, los ojos decían que no se la podía tocar.
Tenía las caderas empapadas de melancolía. Los pies bailaban fuera de sí, las telas inconclusas que la cubrían daban vueltas libres, se mecían, desnudaban sus piernas.
Tenía la cintura rodeada de frágiles cristales.
Los movimientos eran salvajes y al mismo tiempo delicados.
La vió desde lejos, atropellando su garganta con alcohol. Enredada entre dedos curiosos, colorida, sumergida en vueltas de caracol. La vió peligrosa, perdiendo las piernas en una danza irreal. La vió hacerse sirena, acuática, salada, distante, ahogante.
Tenía los párpados húmedos, con rastros de su escape. La arena caía refugiándose en espacios ocultos. En sus muñecas estaba el mapa que abría descuidadamente la puerta de su jaula.
La vió infinita, lejana, suya y de nadie. La vió mar.

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