sábado, 6 de octubre de 2007


En un paréntesis multicolor hay una lluvia de cercos. Un viento transparente rodea mi habitación y en un canto soberano se destapan las botellas. El aroma a vino blanco se libera humeante, como danzandole a mis ojos. Alguien escribe que escribe una historia. No se sabe el final, las palabras se desarman solas. Un vestido gris recorre la casa, besa las paredes con ilusión, acomoda los almohadones en un intento desesperado de descubrir el secreto que descansa maloliente y fugitivo en algún rincón. Una vela chabacana ilumina el comedor por un segundo. Se alcanzan a ver los cuadros despintados y olvidados, sepultados bajo cenizas y polvo de una guerra inexistente. La llama se fusiona con las sombras abriendo puerta a un rostro difuso. El aleteo de los cuervos en la ventana apaga los suspiros de la casa y en un segundo la llama con rasgos de mujer muere dejando un vapor aromático que recorre el tejado. Las huellas de un alma quemada se esconden en la rutina de un apagón, y en un paréntesis multicolor, una lluvia va armando los cercos que encierran la casona.

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