sábado, 6 de octubre de 2007

Una mujer pájaro derrama sus alas sobre la ciudad. A través de la persiana se la ve desvestirse. Los espias clavan sus garras en las cortinas, deseosos de alcanzarla. La gatera encierra su cuerpo bajo llave. Un tigre se relame en África, saboreando el agua dulce de un cadaver sin nombre. Acá, en un rincón mudo, alguien clava en sus venas la danza de la muerte. Mil kilómetros al norte un hombre desarma las valijas y rompe con el puño dolido un cuadro familiar. En la esquina Magni un niño fantasea con ser rey mientras observa ciudadosamente un equino gris. Dos calles más abajo el edificio 12 se derrumba ante la inesperada guerra contra el polvo. Y allá, subiendo tres calles, una mujer pájaro se desnuda y sobrevuela la ciudad. Todo está en llamas. En un aleteo multicolor gime dulcemente y comienza a llover. Desde abajo, en las veredas cubiertas de cenizas, mil hombres y mujeres la ven sumergirse en un fractal. Los devolvió a la vida en las calles sin huellas.

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